¿Qué haría Kant? Cómo aplicar la filosofía kantiana a los dilemas de la medicina actual

Retrato de Kant.

La parte de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los actos humanos es la ética, la disciplina que se encarga de la vida moral del hombre. La ética es una ciencia práctica, no especulativa, que no trata de conocer las acciones humanas, sino de dirigirlas para que la persona con sus acciones sea buena o mala, virtuosa o viciosa.

Ha pasado mucho tiempo desde que Platón defendió que el ser humano tiene un alma espiritual encerrada en un cuerpo y desde que Aristóteles señaló que el ser humano es un animal racional. Sin embargo, seguimos defendiendo que somos un sujeto libre, poseedor de cuerpo y de facultados inmateriales (inteligencia y voluntad).

Las cuatro preguntas de la filosofía kantiana

Emmanuel Kant (1724-1804) es uno de los máximos exponentes de la filosofía occidental. Nació en la localidad de Königsberg (actual Kaliningrado, Rusia) que en aquel momento pertenecía a Prusia. Pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal, en donde estudió en su Universidad y donde más adelante se convertiría en profesor de filosofía. Es conocido por sus escritos sobre ética, epistemología y metafísica.

Es sabido que Kant llevaba una vida muy ordenada y metódica, lleva unos hábitos muy precisos y regulares, hasta el punto que algunos de los ciudadanos de Königsberg utilizaban los paseos del filósofo para ajustar sus relojes.

Las cuatro preguntas que condensan su filosofía son: ¿qué puedo saber? ¿qué debo hacer? ¿qué debo esperar? y ¿qué es el hombre? Son algunas de las cuestiones que se plantean a día de hoy los médicos en su ejercicio profesional.

La dignidad humana

En su obra, Kant admite la existencia del alma, ya que sin ella no podría haber ética, libertad ni inmortalidad. En «Crítica de la razón práctica» expuso su posición respecto a la ética, señalando que debe ser universal, válida para todo el mundo y que no tiene que perseguir ningún fin (no debía pretender alcanzar la felicidad como había señalado siglos atrás Aristóteles).

En su «Metafísica de las costumbres» Kant escribió «la humanidad misma es una dignidad, porque el hombre no puede ser tratado por ningún hombre como un simple instrumento». De esta forma, defiende la dignidad de la persona desde una filosofía moderna.

De haberse aplicado el principio kantiano, Josef Menguele no habría cometido los atroces experimentos, sin ninguna base científica, que llevó a cabo con seres humanos en el campo de concentración de Auschwitz.

El imperativo categórico

Para Kant una persona actúa éticamente cuando lo hace de forma desinteresada, conforme al deber, sin perseguir unos fines explícitos. Para el filósofo prusiano el fundamento es el imperativo categórico, es decir, obrar de modo que nuestros actos puedan ser elevados a la categoría de ley universal.

Más próximo a la práctica sanitaria de nuestros días, uno de los pilares de la bioética es la autonomía del paciente, esto es, la persona y no la enfermedad es el fin de la medicina.

En la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos y la Bioética se afirma: «Se habrá de respetar la autonomía de la persona en lo que se refiere a la facultad de adoptar decisiones». De esta forma la autonomía como modelo en la relación médico-paciente sustituye al paternalismo.

Una persona es autónoma en el sentido moral (kantiano), cuando no se guía sólo por su propia concepción de la felicidad, sino por una preocupación universalizada por los fines de todas las personas racionales.

El principio de autonomía se ve reforzado por el rechazo de los experimentos de la Segunda Guerra Mundial. Y es que los médicos deben tratar a todos sus pacientes con respeto, dignidad y empatía en todo momento, en independencia de las circunstancias.

A su vez, los profesionales de la salud deben mantener la confidencialidad de la información en todos los pacientes, sin excepción, respetando su privacidad.

La honestidad en la relación médico-paciente

Los médicos deben buscar el beneficio del paciente (principio de beneficencia) y evitar causarle daño (principio de no maleficencia), tomando decisiones que promuevan su bienestar y considerando los posibles efectos adversos de cualquier tratamiento. Pero, ¿deben los médicos ocultar la verdad a los pacientes con la finalidad de mitigar sus ansiedades?

Esta pregunta lejos de ser simple encierra una compleja profundidad y es muy difícil de responder. Esto se debe a que ocultar la verdad puede tener muchos propósitos y llevar a consecuencias muy diferentes.

Si la enmarcamos dentro del imperativo categórico de Kant, decir la verdad es necesaria, ya que la mentira es siempre un mal y afecta a la dignidad del individuo. Para el prusiano el paciente está obligado a saber, tiene el derecho de ser informado y la mentira viola su estándar moral.

El imperativo categórico de Kant en el ejercicio de la salud incluye la igualdad en la atención, es decir, todos los pacientes deben recibir una atención justa y equitativa, en independencia de su condición social, económica o cultural.

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