La genialidad se asocia típicamente a logros sin precedente, creativos, originales y universales.
A finales de la década de los años 20, un joven de clase trabajadora apodado Ritty pasaba la mayor parte de su tiempo jugando en su «laboratorio» en la casa de sus padres en Rockaway, Nueva York.
Su laboratorio era una vieja caja de embalaje de madera, equipada con estantes que contenían una batería de almacenamiento y un circuito eléctrico de bombillas, interruptores y resistencias.
Uno de los inventos del que estaba más orgulloso era una alarma antirrobo casera que lo alertaba cada vez que sus padres entraban en su habitación.
Usaba un microscopio para estudiar el mundo natural y, a veces, sacaba su equipo de química a la calle para realizar trucos para otros niños.
Tuvo problemas con las agignaturas de Literatura y con los idiomas extranjeros, pese a que, en una prueba de coeficiente intelectual realizada cuando era niño, según los informes, obtuvo un puntaje de alrededor de 125, que está por encima del promedio pero de ninguna manera es territorio de genio.
Sin embargo, ya de adolescente, mostró un don para las matemáticas y comenzó a aprender por sí mismo a partir de libros de texto elementales.
Al final de la escuela secundaria, Ritty alcanzó el primer lugar en una competencia anual de matemáticas en todo el estado.
El resto es historia
Es probable que conozcas a Ritty como el físico ganador del Premio Nobel Richard Feynman, cuya nueva teoría de la electrodinámica cuántica revolucionó el estudio de las partículas subatómicas.
Otros científicos encontraron que el funcionamiento de la mente de Feynman era insondable.
Para sus compañeros, parecía tener un talento casi sobrenatural, lo que llevó al matemático polaco-estadounidense Mark Kac a declarar en su autobiografía que Feynman no era solo un genio ordinario, sino «un mago del más alto calibre».
¿Puede la psicología moderna ayudarnos a descifrar esa magia y comprender de manera más general cómo se crea un genio?
Simplemente definir el término es un dolor de cabeza: no hay un criterio objetivo obvio.
Pero la mayoría de las definiciones identifican el genio con logros excepcionales en al menos una materia, con originalidad y estilo reconocidos por otros expertos en la misma disciplina y que pueden impulsar muchos más avances.
Identificar los orígenes del genio y los mejores medios para cultivarlo ha sido una tarea aún más difícil.
¿Es producto de una alta inteligencia general? ¿Curiosidad ilimitada? ¿Agallas y determinación? ¿O es la combinación afortunada de circunstancias afortunadas que son imposibles de recrear artificialmente?
La investigación sobre la vida de personas excepcionales, incluidos los estudios de ganadores del Premio Nobel como Richard Feynman, puede proporcionar algunas pistas.
Comencemos con el proyecto «Estudios Genéticos del Genio», un programa enormemente ambicioso dirigido por Lewis Terman, un psicólogo de la Escuela de Graduados en Educación de Stanford a principios del siglo XX.
Terman fue uno de los primeros pioneros de la prueba de coeficiente intelectual (CI), al traducir y adaptar una medida francesa de aptitud académica de los niños desarrollada a fines del siglo XIX.
Las preguntas analizaron una variedad de habilidades diferentes, como el vocabulario, las matemáticas y el razonamiento lógico, que, en conjunto, se asumió que representaban la capacidad de aprendizaje y el pensamiento abstracto de una persona.
Luego, Terman creó tablas de puntajes promedio para cada grupo de años, contra las cuales podía comparar los resultados de cualquier niño para identificar su edad mental.
Luego se calculó la puntuación de CI dividiendo la edad mental por la edad cronológica y multiplicando esta proporción por 100.
Una niña de 10 años que obtuvo la misma puntuación que el promedio de niños de 15 años tendría un coeficiente intelectual de 150, por ejemplo.
Un niño de 10 años que razona como un niño de nueve años tendría un coeficiente intelectual de 90.
Los gráficos de puntajes de CI parecían formar una «distribución normal», con forma de campana centrada en el puntaje promedio de 100 puntos, lo que significa que hay tantas personas que están por encima del promedio como por debajo, y los coeficientes intelectuales en cualquiera de los extremos son increíblemente raros.
«No hay nada en un individuo tan importante como el coeficiente intelectual», declaró Terman en un artículo sobre el tema.
También predijo que la puntuación de un niño vaticinaría grandes logros en su vida.
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