Todos necesitamos del contacto humano desde el día en que nacemos hasta el que morimos. Es difícil imaginar un mundo sin ningún contacto con los demás, aunque es cierto que cada vez vivimos más aislados e interactuamos menos por la tecnología.
El tacto es el primer sentido que percibimos y lo hacemos justo antes de nacer. La piel es el órgano más grande del cuerpo humano. ¡La de un adulto mide unos 2 metros cuadrados!
Los primates se acicalan, aunque no lo hacen solo para mantenerse limpios, sino para ayudarse también a calmarse, hacerle frente a las amenazas y formar alianzas.
Algunas especies pueden pasarse hasta el 20% del día en contacto físico con otros ejemplares. Por cierto, a los humanos nos pasa igual.
El contacto físico ejerce una amplia gama de funciones entre las que se incluye la transmisión de emociones. Por eso nos abrazamos y nos besamos.
El contacto físico puede ayudarnos a calmar nuestro estrés, debido a que tiene un efecto pacificador que las palabras no pueden alcanzar. De hecho, el tacto es tan poderoso que puede llegar a reducir la presión arterial y disminuir la frecuencia cardíaca.
Los estudios demuestran que los abrazos pueden estimular nuestro sistema inmunitario y disminuir así el riesgo de contraer enfermedades.
El contacto físico aumenta la confianza entre las personas. Los estudios demuestran que los camareros obtienen más propinas cuando tocan a sus clientes con una leve palmada en el hombro o el brazo, por ejemplo.
Las parejas se sienten más unidas y seguras cuando tienen contacto físico de forma frecuente. El contacto físico desencadena la liberación de la oxitocina, también conocida como la hormona del amor. La oxitocina nos hace sentirnos unidos y amados.
La oxitocina: esta poderosa hormona es una parte fundamental de nuestra vida, pues dependemos de ella (entre otras hormonas) para sentirnos bien.
La importancia del contacto físico en el desarrollo ha sido objeto de muchos estudios. Algunos sistemas del cerebro se activan a través del tacto, por lo que los niños que crecen privados del contacto físico no disfrutan de un desarrollo fisiológico adecuado.
La falta de contacto físico en la infancia influye en el desarrollo del cerebro y puede provocar trastornos emocionales que durarán toda la vida.
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