El equipo del «Matador» Nuñez colaboró con una derrota ante Independiente, en un encuentro que no suma ni resta para estos equipos; pero la actitud no se negocia, y este Rayadito emite una especie de «tristeza futbolera» cuando se lo ve jugar.
Por Sergio Velázquez
San Lorenzo jugó uno de los cinco partidos que le quedan para cerrar una nefasta temporada, donde estuvo prácticamente seis meses sin competir nada. Quedó fuera de combate demasiado temprano, siendo eliminado de la Copa Paraguay en primera ronda, contra Iteño, quien pertenece a la última categoría de nuestro fútbol.
Pasaron dos entrenadores que no supieron o no pudieron encontrarle la vuelta; quizás por no tener las suficientes herramientas, pero de todos modos aceptaron el desafío. Empezó con Ruben Maldonado, al que lo terminaron sacando un par de fechas antes de concluir la primera ronda, cuando todavía «había tiempo».
Después llegó Hugo Ovelar, quien dejó a Carapeguá en zona de ascenso; prefirió ir por lo económico antes que por lo deportivo, y así le terminó yendo. Mucho no duró en el cargo, tras una extensa racha de partidos horribles de San Lorenzo, en los que ni siquiera podía hacer goles.
Y el actual, Héctor Nuñez prácticamente está porque alguien debía asumir. Con este grupo de jugadores, con o sin entrenador, da exactamente igual. La directiva podría tranquilamente ahorrarse el dinero para un cuerpo técnico, y jugarlo así; de todos modos, juegan a lo que sale.
Se va otra temporada pésima, donde por segunda vez consecutiva San Lorenzo no pelea nada, quedando fuera de competencia demasiado rápido, cuando uno está acostumbrado a que el Rayadito sea un serio animador de esta competencia; después, lograr o no ascender, debe ser causa y efecto; pero al menos llegar hasta el final con chances es lo mínimo que se espera. Los dos últimos años realmente dejaron mucho que desear e invita a la reflexión de si estos dirigentes actuales merecen seguir.
El segundo periodo de gestión de Ramón Delgado, desde lo deportivo, está aplazadísimo. Cuesta creer que después de estos años tan malos, se le cruce por la cabeza presentarse para la reelección. Es verdad que sus tres primeros años fueron brillantes, consiguiendo dos ascensos consecutivos y luego lograr mantenerse un año en Primera División; pero lo que pasó en el cuarto año y en las más recientes temporadas, nos lleva a la conclusión de que ya no le da la «nafta» para hacer de San Lorenzo un club competitivo.
Quedan cuatro fechas todavía, de este interminable Intermedia, que solo tiene tres equipos con chances de ascender. Recoleta y Tembetary están a un partido de lograrlo, mientras que el pobre Carapeguá se aferra solo a las chances matemáticas, pero está difícil que se le dé. El resto, entre ellos San Lorenzo, hace tiempo que lo miran por TV.
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