Habría que matizar la percepción que estamos teniendo últimamente de Netflix, una asunción generalizada de que el catálogo de esa plataforma es un sindiós hecho de series que no aportan nada más que frustración, colorines y vacío. Con el plus de ruido que se desprende de haber sido promocionadas a lo bestia. La realidad de Netflix no es exactamente esa.
En su oferta, llena de borra de relleno, también hay producciones interesantísimas. Sigue habiéndolas.
Dahmer es una de esas producciones. El último fruto del carísimo contrato que la plataforma de Reed Hastings firmó con Ryan Murphy se ha estrenado sin promoción. Quizá tenga esto que ver con que Hastings ya es consciente de que Murphy jamás será asociado sólo con Netflix y no quiere hacerle el caldo gordo. O tal vez en la plataforma hayan visto la serie y no hayan sabido cómo venderla. Yo tampoco sabría.
Porque en un catálogo lleno de fast food, Dahmer sabe a delicatessen de esas que tienen que explicarte para que las valores. Ya saben: las angulas, el caviar, los huevos chinos macerados, el fugu… o la carne humana.
Sobre Jeffrey Dahmer, más conocido como «el carnicero de Milwakee» se ha escrito mucho. Como los grandes psicópatas de la historia (léase esto con entonación de anuncio de fascículos coleccionables), este asesino caníbal puso mucho de su parte para que se hablase de él. Admitió tanto sus crímenes como las delirantes fantasías que le llevaron a cometerlos. El cine, la televisión y la literatura pronto lo pusieron en el mismo (y cuestionable) altar que junta a monstruos reales como Charles Manson con villanos de ficción como Hannibal Lecter. Es precisamente uno de los personajes de las novelas de Lecter, escritas por Thomas Harris, una de las mayores influencias de Dahmer. Las versiones audiovisuales de Francis Dolarhyde (el dragón rojo), un ser tan fotogénico como espeluznante, permean muchas de las imágenes de la serie. Pero también lo hacen unos cuantos filmes casi malditos en los que la sordidez de determinados ambientes homosexuales es tratada de manera ejemplar: un submundo miserable y libre, autónomo y proscrito, perverso y necesario.
Por ahí circula Jeffrey Dahmer en los 80, de ahí saca a sus víctimas. Ryan Murphy, en colaboración con Ian Brennan, entra en su universo sin complejos. Tiene tiempo: Dahmer se compone de diez largos episodios de ritmo conscientemente desesperante. Diez capítulos tan desagradables como estimulantes. Un Dexter que no quiere caernos bien, una Mindhunter contada desde el otro lado. Con un Evan Peters descomunal al frente, Dahmer es esa serie que no debería estar en Netflix y precisamente por eso hay que celebrar que esté en Netflix. Verla es una experiencia y una sorpresa. Y una pregunta: ¿Terminará la inevitable adaptación de La ciudad de los vivos también en Netflix?
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