LISBOA (AP) — El papa Francisco visitó el viernes un barrio de Lisboa que en su día era conflictivo y un foco de delincuencia para llamar la atención sobre la faceta caritativa de la Iglesia católica y la necesidad de proteger a los más vulnerables en todo el mundo con gestos concretos que “ensucian las manos”.
En el ecuador de su visita de cinco días a Portugal, el pontífice comenzó la jornada confesando a algunos de los jóvenes que están en la capital lusa para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Continuará más tarde con una procesión de Vía Crucis que recrea la crucifixión de Jesús.
Francisco visitó un centro comunitario en el vecindario lisboeta de Serafina, situado debajo de un gigantesco acueducto del siglo XVIII que es un símbolo de la riqueza que el oro de la colonia portuguesa de Brasil proporcionó al país.
Hace dos décadas, la droga y delincuencia asolaban el vecindario, problemas que han quedado atrás en gran medida gracias en parte al esfuerzo de los grupos de beneficencia de la iglesia, incluyendo uno que se creó para dar un hogar a los hijos cuyos padres no podían hacerse cargo de ellos.
En palabras improvisadas a los jóvenes y a los miembros de esas organizaciones, el papa dijo que el verdadero servicio a la comunidad debe hacerse con gestos concretos que tengan impacto. Indicó que no podía ir a Lisboa a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud sin visitar el centro porque “también esto es juventud, en el sentido de que se genera constantemente nueva vida”.
“Con su conducta, su compromiso y al ensuciarse las manos tocando la realidad y la miseria de otros, ustedes inspiran y generan vida”, afirmó.
Francisco sostiene desde hace tiempo que el verdadero servicio y la caridad deben doler y que no basta con dar una moneda a un mendigo en la calle. Ha defendido la labor caritativa de la Iglesia y ha impulsado los esfuerzos del Vaticano habilitando duchas y proporcionando atención médica a las personas sin hogar de la zona, además de enviar de forma regular camiones con ayuda a Ucrania y a otras zonas afectadas por los conflictos armados o los desastres naturales.
En Lisboa, Francisco reiteró el mensaje inclusivo de la Iglesia que ha promovido a lo largo de sus 10 años de pontificado, al afirmar en la ceremonia inaugural de la JMJ el jueves que “en la Iglesia hay lugar para todos”. Encabezó un coro general de “todos, todos, todos” para dejar en claro su postura.
Ese mensaje ha repercutido entre los católicos LGBTQ+, que se han sentido excluidos por una Iglesia que considera la actividad homosexual “intrínsecamente trastornada”. Francisco ha presentado un mensaje de bienvenida a los católicos LGBTQ+ desde su primera JMJ en 2013, cuando dijo “quién soy yo para juzgar” acerca de un sacerdote presuntamente gay.
Dignity USA, un grupo de católicos LGBTQ+, envió una delegación a Lisboa y señaló que la acogida ha sido positiva en general, con algunos momentos de tensión.
“Hemos podido intercambiar nuestros bolígrafos con los colores del arcoíris y nuestras tarjetas de oración con los colores del arcoíris”, dijo Sam Barnes. Manifestantes trataron de interrumpir una misa para los LGBTQ+, que pudo continuar cuando llegó la policía, detalló una participante que se identificó como Victoria y quien dijo ser transgénero.
“Es importante que todos, independientemente de su sexualidad, puedan tener su fe y su relación con Dios”, sostuvo Victoria.
En otro incidente transmitido por redes sociales y la TV portuguesa, dos participantes de la Jornada dijeron a una participante transgénero que plegara su bandera.
En una entrevista publicada el viernes por la revista católica española Vida Nueva, el papa mencionó sus reuniones frecuentes con miembros de la comunidad transgénero y su mensaje de bienvenida.
“La primera vez que un grupo de transexuales vinieron al Vaticano y me vieron, salieron llorando, diciendo que les había dado la mano, un beso, como si hubiera hecho algo excepcional con ellas”, dijo Francisco a la revista. “¡Pero son hijas de Dios!”
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