El 10 agosto se celebra al glorioso mártir San Lorenzo, quien es patrono de diáconos y servidor de los pobres y ciegos. Antes de morir el santo curó a numerosos invidentes.
Por Abel Camasca/ACI Prensa
En la tradición de la Iglesia se cuenta que el Papa Sixto II nombró al español San Lorenzo como responsable de las obras de caridad de la Diócesis de Roma y por ello estuvo siempre cercano al sufrimiento de los más necesitados.
Por ese entonces el emperador Valeriano ordenó la muerte del clero católico y el Santo Padre fue apresado. Mientras era llevado a la cárcel, su fiel diácono Lorenzo caminaba tras el Pontífice rogándole ir con él.
San Sixto II le profetizó que en unos días se reunirían nuevamente y le pidió que distribuyera los tesoros de la iglesia entre los templos y los pobres.
El obediente diácono fue presuroso a cumplir con la misión papal. Se dice que al entrar en una casa se enteró que allí había un ciego. El buen diácono le hizo la señal de la cruz en los ojos y el invidente recobró la vista.
El Papa Sixto II fue condenado a ser decapitado y, mientras iba al suplicio, San Lorenzo nuevamente caminó tras su superior, rogándole que no lo abandonara. Y en el momento que el diácono le dijo que ya había repartido los bienes, los soldados lo detuvieron.
Estando en prisión, el diácono conoció a un pagano de nombre Lucilo. El beato dominico Santiago de la Vorágine relata que este hombre se había quedado ciego «de tanto llorar».
San Lorenzo prometió devolverle la vista si aceptaba creer en Cristo y bautizarse. Lucilo aceptó y recibió una preparación catequética. Finalmente fue bautizado y recuperó la vista.
Esta noticia se propagó rápidamente en Roma y un gran número de ciegos fue a ver a San Lorenzo. El diácono, que conocía bien el sufrimiento de la gente, los curó a todos.
Más adelante, San Lorenzo fue martirizado un 10 de agosto y partió al cielo, donde se reunió con el bondadoso Papa San Sixto II en la gloria de Cristo.
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