La vertiente visual de la novela gráfica facilita la comprensión e interiorización de aspectos que más tarde se pueden profundizar con el libro tradicional.
En 2015, mientras estudiaba en la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), María Cinta Griñó Nolla firmó un trabajo de final de grado titulado Fomentar el hábito lector a través del cómic. Ocho años después, como coordinadora de educación primaria en la Escola Onze de Setembre de El Masroig (Tarragona), la maestra ya ha tenido tiempo de poner en práctica muchas de las ideas y propuestas sobre las que reflexionaba en su trabajo universitario.
«En todos los casos la experiencia ha sido positiva. En mi opinión, si tenemos presente el carácter globalizador del cómic, podemos sacarle mucho rendimiento en cualquiera de las áreas que nos planteemos aplicarlo», sostiene María Cinta, que explica que en todos estos años ha utilizado el cómic y la novela gráfica con varios y diversos fines, desde para cultivar el hábito lector, hasta para mejorar la comprensión lectora, pasando por el uso de programas informáticos como Pixton que permiten a los alumnos crear sus propios cómics.
Hoy, como explica la profesora, la mayoría de los niños tienen cómics en casa, y cualquier biblioteca que se tercie (ya sea de aula o de escuela) dispone de una gran variedad de títulos y colecciones de novela gráfica. Pero no siempre ha sido así, ya que al cómic le ha acompañado durante mucho tiempo el estigma de género menor. «En esa mala prensa del cómic influyen diferentes factores, algunos ligados a su propia historia, como su vinculación a la sátira, al receptor infantil o la cultura de masas, que han desembocado en una consideración peyorativa y lo equiparan a una posibilidad menor o de inferior calidad entre las opciones de lectura por las que se puede optar», razona Noelia Ibarra, codirectora del Máster de Formación Permanente en Cómic y Educación de la Universidad de Valencia.
Y aunque esa concepción del cómic como género menor, coinciden las expertas, se ha sobrepasado en los últimos años, según Ibarra, «la narrativa es todavía la posibilidad dominante en gran número de recomendaciones de lectura y cánones de aula», y no es extraño encontrarse con docentes que están convencidos de que, si un alumno lee mucha novela gráfica, nunca dará el salto a otro tipo de lecturas consideras de mayor enjundia. «Es un pensamiento bastante difuso. Que una primera lectura de un cómic dure menos que la de una novela contribuye a que se vea como algo ligero, para entretenerse un rato. Sin embargo, el formato no determina el contenido», argumenta Marta Tutone, editora de Liana.
Aplicaciones didácticas
Igual opina María Cinta Griñó Nolla, que cree que el cómic puede servir como «una especie de trampolín» para motivar a aquellos alumnos que no tienen un buen hábito lector, están desmotivados o que les cuesta tener iniciativa a la hora de leer. Al respecto, la maestra cita a Mauro Rollán y Eladio Sastre, que, ya en 1986, en una publicación titulada El cómic en la escuela: aplicaciones didácticas (Ediciones Universidad de Valladolid), señalaban a la historieta gráfica como «un primer paso hacia el libro».
Para Noelia Ibarra, concebir el cómic como una literatura menor que sirve de forma exclusiva como puente de acceso a la literatura para adultos es una visión reduccionista: «Puede ser y es una puerta destacada de acceso a la lectura, pero sin entrar en escalas valorativas de su posición en un supuesto canon. Aquí radica una de las claves, pues desde la educación lectora y literaria perseguimos formar lectores críticos y competentes, y esto implica, entre otras cosas, facilitarles un amplio abanico de experiencias para despertar su interés y placer por la lectura». Una opinión que comparte Marta Tutone, que considera que el cómic y la novela gráfica implican «otra forma de leer», por lo que no serían tanto una puerta a otra clase de lecturas erróneamente consideradas de más nivel como favorecedores del hábito de la lectura: «Una vez que la lectura forma parte de nuestra vida difícilmente nos separamos de los libros».
Esa capacidad para crear hábito es para María Cinta Griñó Nolla una de las principales aportaciones del cómic a la formación de lectores. Pero no la única. «Puede promover el aprendizaje de diferentes temas, facilitar también la concentración y la memorización, el desarrollo de la imaginación, la expresión oral y escrita, aumentar el vocabulario y fomentar la creatividad», enumera.
Para Marta Tutone, por último, el cómic, al tener su propia gramática, también ofrece la oportunidad de aprender a descifrar códigos distintos. «Y, además, lo hacemos mientras nos suscitan emociones. ¿No es lo que hacen todas las artes?», concluye.
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