El Rayadito sabe lo que se juega en esta temporada. Así como los demás competidores, entiende que es una oportunidad única la que se les otorga para ascender a cuatro equipos a Primera y encima una clasificación a Sudamericana para quien resulte campeón. Entonces, bajo ninguna circunstancia un resultado que no sea una victoria, como local, puede ser aprobado, y San Lorenzo ya reprobó dos de tres pruebas.
Un empate fuera de casa es aceptable, siempre y cuando el rival sea de alto riesgo, y como claramente lo son la mayoría de los equipos. Pero de local, en un torneo como éste, no podes pegarte el lujo de empatar y encima venderlo como un resultado heroico.
San Lorenzo jugó un partido horrible frente a un rival categóricamente inferior. Inferior desde lo futbolístico, desde lo físico y desde las estadísticas más recientes, donde uno ve que Santani no viene teniendo la regularidad que los de José Domingo Salcedo sí, enfrentándose hasta con rivales de mayor jerarquía. Se supone son éstos los partidos donde el Rayadito debe hacerse fuerte como local.
Sin embargo, el rendimiento fue bajo, sin hilar jugadas colectivas, sin profundidad, sin intimidar al rival, y sin resolver los problemas desde los cambios. No hubo una sola sensación de superioridad en el trámite del encuentro.
Al conjunto universitario le cuesta golpear primero, casi siempre empieza perdiendo y su poca efectividad hace que apenas le alcance para empatar, pasó con Fernando, Resistencia y Santaní; contra Capiatá tuvo una dosis de coraje y logró dar vuelta el resultado. Uno espera que ese carácter se siga viendo en el equipo, pero sin la necesidad de tener que revertir necesariamente una situación.
El empate al Santo no lo aleja demasiado de la cima. Está a cuatro puntos de General de Mallorquín, quien igualó ante Resistencia. Está todo parejo en la pelea, y nadie quiere quedar fuera de ella. Así que debe ponerse las pilas de vuelta, intentar no perder de vista el objetivo. El Rayadito no puede no subir este año.
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