Juan Carlos Acosta en su libro «Vivencias Sanlorenzanas» rescata del tiempo la manera en que se vivían las fiestas patronales y fundacionales. El baile oficial, las carreras ciclísticas y de toros son algunas de las anécdotas que nos ofrece.
Allá por los años 60 se acostumbraba conmemorar de manera más tranquila el 10 de agosto, día en que se llevaba a cabo el «exigente y exclusivo» baile oficial en honor al Santo Patrono, en el local del Tinglado Municipal. En ese entonces eran muy pocos los privilegiados en acceder a la fiesta oficial, puesto que sólo podían acudir allí invitados especiales, quienes debían asistir ataviados elegantemente, caso contrario no podían formar parte de la velada. «Los caballeros debían vestir trajes oscuros y las damas debían lucir vestidos largos, si no cumplían con esto, se le entregaba una tarjeta en la que se les pedía que abandonen el local», comentó el señor Ovidio Meyer, ex Intendente de la ciudad.
Cuenta el señor Meyer que a estas fiestas iban «auténticos sanlorenzanos», es decir, pobladores y residentes de nuestra comunidad, aunque recordó que en 1972, en vista de que la mayoría de los asistentes a la fiesta ya provenía de otras ciudades, se decidió por única vez cobrar por las entradas (que eran tradicionalmente gratuitas) y con lo recaudado se logró adquirir el terreno donde hoy se encuentra el Teatro Municipal.
Asimismo recordó que varios años atrás se celebraban carreras ciclísticas alrededor de la plaza Cerro Corá y que la corrida de toros se efectuaba donde hoy es la esquina de las calles Saturio Ríos y Ruta Mariscal Estigarribia. Estas venían a ser parte de las fiestas populares, de las que participaba la ciudadanía dentro de un marco de suma tranquilidad, en evidente contraste con la inseguridad que hoy vive la población.
Tomado del libro «Vivencias Sanlorenzanas», de Juan Carlos Acosta
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